martes, 3 de enero de 2017

De la realidad a la virtualidad real

Hoy en día vivimos, sin lugar a dudas, dos realidades muy distintas; en la primera es la que nos rodea físicamente, con la gente que le damos los buenos días, con la que sonreímos y que tenemos cerca; y la otra virtual, inmersa en una red social en la que expresamos nuestras ideas, metas, anhelos y que se vive con personas a las que quizá nunca veamos en nuestra vida.

Nadie puede dudar la “realidad” de la primera, ya que en ella en la que podemos palpar; pero la segunda, la “virtual”, psicológicamente es tan real como la primera, ya que en ella frecuentemente vivimos las experiencias más intensas, nuestros deseos más íntimos, e incluso, tratamos de manifestar ahí nuestra esencia como personas, ésta puede llegar a ser más importante que la primera en muchos casos, ya que ahí vivimos lo que realmente queremos en nuestro interior, aunque esté muy lejos de lo que somos.

Siguiendo estas ideas, y enfocándonos en la segunda, se convierte el espacio en la red social en el ideal para mostrarme como deseo ser, en un juego de imágenes en el que la persona se siente seguro, en el que puede ocultar o cubrir sus carencias y debilidades, en el que, por medio de las respuestas de los demás, modelo mi representación de mí mismo para tener una mejor posición o presencia virtual, lo que, según la edad de la persona, puede crear un abismo entre las dos realidades que a la larga sólo crea desadaptación, enojo y soledad.

Si la comprendemos esto, es fácil asimilar que cientos de miles de personas tienen que revisar a cada momento las notificaciones de sus redes, o que giren sus vidas a las respuestas, likes, comentarios de los demás, y que incluso, lleguen a conclusiones de las ideas y sentimientos de los demás por el tiempo transcurrido entre un visto y una palabra del otro.







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